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martes, 6 de diciembre de 2011

Del kirchnerismo al chavismo, y viceversa

 Por Modesto Emilio Guerrero (*). Especial para AIM. Entre la presidenta Cristina Fernández y su amigo y homólogo Hugo Chávez existían tantas distancias ideológicas como acercamientos geopolíticos, sin que ambos planos de la relación tengan carácter absoluto.
Hugo Chávez y Cristina Fernández, en un impasse en la cumbre diplomática y geopolítica. Foto: Clarin
Chávez hará gala de su discursiva socialista adoptada a comienzos de 2005 y Cristina podrá mirar por segunda vez, desde su olimpo propio, peronista, la pletórica simbología de izquierda que decora las instituciones del Estado venezolano. A pesar de que este Estado, 12 años después, no sea muy distinto del argentino, excepto por el acumulado histórico de recursos y capacidades reproductivas del capital.
Venezuela fue y sigue siendo hasta el sol de hoy, un Estado nación sobre un chorro de petróleo. Esta diferencia con la formación económica argentina desde finales del siglo XIX, no es superada por la muy reciente producción venezolana de celulares, laptos y algunos rubros alimenticios.
La historia no perdona los retrasos. Al atrofio histórico de la burguesía venezolana se ha sumado el actual, con nuevo estilo, pero esencialmente igual en su lógica de funcionamiento. La nueva burocracia retrasa tanto como la clase desplazada, el desarrollo de una una economía no capitalista.
Aunque la agenda dominante de esta cumbre es diplomática y geopolítica, entre ambos mandatarios regirá otra, determinada por necesidades económicas mutuas. El intercambio de alimentos por combustibles, por ejemplo, responde a sendas urgencias en ambos espacios nacionales, así como la participación de capitalistas argentinos –y algunos que no lo son– en el plan venezolano de construir dos millones de viviendas en un lustro.
Esta visita de Cristina a Venezuela se cimenta en ocho años de relaciones particulares que modificaron el vínculo histórico entre ambos países.
Buenos Aires pasó a ser el segundo destino geopolítico más visitado por Chávez. El comercio se multiplicó en términos exponenciales al pasar de 149 millones en 2002 a casi 1.700 millones en julio de 2011, más de diez veces en menos de diez años. Más de 120 Acuerdos, Protocolos, Convenios y Tratados rubrican esta avanzada comercial, algo solo sobrepasado por Brasil, Cuba e Irán.
Venezuela, a su vez, pasó a ser prestataria financiera y proveedora privilegiada de combustibles de Argentina. En esta marea de negocios no ha faltado la grosera cuota de provechos y canongías que enriquecieron en brevísimo tiempo a empresarios, funcionarios y parásitos comerciales, de lado y lado.
Los planos de la economía y la política tienden a aproximarse y borrar algunas fronteras ideológicas que hasta 2007 mediaban entre Caracas y Buenos Aires. El chavismo y el kirchnerismo se fueron aproximando de tal modo que en muchas áreas se han ido mimetizando.
En ese movimiento simbiótico emergente, el chavismo gubernamental es el que más se desplaza desde la izquierda al centro, como lo demuestra la actual política exterior e interior de Venezuela. Un buen indicador de ello es la declaración del presidente venezolano prometiéndole al Presidente de Colombia que reprimirá por igual a luchadores que a narcotraficantes y paracos de la hermana república.
Esta promesa diplomática desprecia dos “pequeños” hechos: Ese es el presidente de las 7 bases militares de EEUU, cuyo objetivo, después de las Farc y el ELN, serán la Orinoquia y la Amazonía, o sea Venezuela. El otro dato es igualmente estremecedor: 345 alcaldías y municipios de Colombia están en manos de los narco-paramilitares.
Correspondiente con eso, el gobierno bolivariano está más concentrado en Unasur que en el Alba, en el comercio y las inversiones que en el proyecto revolucionario bolivariano, en preservar equilibrios con regímenes oprobiosos como los de Santos y Lobo, que en promover el anti imperialismo.
Como era inevitable, las relaciones de Estado terminaron imponiéndose al proyecto de socialismo del siglo XXI auspiciado desde enero de 2005 por Hugo Chávez.
Más abajo de la marquesina americanista que dominará la fundación de la Celac, una realidad profunda marcha inexorable en su sus entrañas. Se expresa como una nueva situación tensional entre fuerzas sociales que reclaman o defiendes sus derechos, como en el Tipni, los liceos ecuatorianos, las minas peruanas, las calles santiaguinas, las universidades colombianas y las fábricas y barrios venezolanos, y proyectos geopolíticos que siguen siendo opuestos, a pesar de la convergencia actual. La multipolaridad no es una estrategia de Santos o Piñera, y si lo fuera no sería al servicio de mismo objetivo que para Evo Morales o Chávez.
La Celac los contiene a todos como si fueran similares, como si las bases yanquis en Colombia tuvieran el mismo rango que el Inti argentino en los campos de Barinas, o el MST de Brasil y su ejemplo. Eso es suficiente para relativizar hasta lo difuso el valor de un organismo hemisférico que nace con el mérito de no tener imperios adentro.
Allí radica la contradicción de la Celac, como lo es para Unasur. Más aún porque han decidido que funcione por consenso, el mismo mecanismo que le sirvió a Uribe en Bariloche para legitimar la instalación de bases militares de EEUU.
La nueva dinámica de la diplomacia latinoamericana estará determinada por esta contradicción latente y viviente. Eso no le depara muchos augurios a la Celac, sobre todo si ocurriera lo que indica el Canciller argentino, Héctor Timerman: la Celac no será para reemplazar a la OEA (Tiempo, 1º de diciembre 2011). Esta será la tendencia. Se acentuará si gobiernos como el de Venezuela continúan girando al centro político del continente y aplicando programas neodesarrollistas y extractivos.
El curso de este nuevo contexto condicionará las relaciones de sus miembros, especialmente la del chavismo y el kirchnerismo, los dos regímenes que más se aproximaron entre las costa Caribe y el Río de la Plata.
Modesto Emilio  Guerrero (*) es analista internacional. Periodista y escritor venezolano.

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